La terapia es un proceso variable en el tiempo, donde no solo importa lo que ocurre en las sesiones sino también todo lo que sucede entre ellas, que es donde se pone en práctica lo que se trabajamos conjuntamente.
Consta principalmente de cuatro fases que dan forma a lo que ocurre en el proceso.
¿Qué está ocurriendo que perturba tu día a día?
¿Qué es lo que te trae a terapia y cómo crees que te podemos ayudar?
Este punto de partida es muy importante, porque nos permite hacer una evaluación de la gravedad de la situación y cómo continuar el proceso.
A veces no es nada en concreto, de hecho no tiene por qué estar ocurriendo nada (aparentemente) en tu vida. Pero otras veces la gravedad es relevante y tenemos que tomar decisiones de urgencia.
A lo largo de nuestra vida nos encontramos con situaciones que nos perturban y que en muchas ocasiones aprendemos a olvidar o a convivir condicionando nuestro umbral de sufrimiento. Tolerar el sufrimiento no es una solución, simplemente una huida hacia adelante.
El malestar es escurridizo y cambiante y suele manifestarse de muy distintas y remotas maneras. Por eso es importante enfrentarse a lo que nos afecta, pero nunca hacerlo solo sino en compañía.
La terapia es un proceso de acompañamiento y tratamiento profesional donde apoyamos al paciente y damos cobertura a los problemas que nos plantea, sean de la índole que sean, buscando solución para ellos.
Una patología no es exclusiva de nuestra biología, está inmersa en una red de interacciones entre nosotros y la experiencia que vivimos. En esta experiencia vital nos encontramos desde factores biológicos, hasta factores ambientales, culturales y socio-políticos. Para nosotros es importante enmarcar la problemática de vuestra demanda en un conjunto de variables que no se limitan a la experiencia propia, sino colectiva.
Cuando recibimos la demanda comienza una fase un poco más prolongada de análisis de la historia del paciente. Para que te hagas una idea, cuando nos contáis lo que os está ocurriendo es como si nos enseñarais el tráiler de una película, pero para intervenir necesitamos ver la peli entera y, a veces, necesitamos tiempo para digerirla dependiendo de la trama y el género.
Este análisis (nosotros lo llamamos Análisis funcional) se desarrolla mediante informes, conversaciones contrastadas, preguntas y respuestas, tests, lecturas, visualización de vídeos, role-playings… que dan lugar a hipótesis sobre lo que está ocurriendo.
Normalmente los objetivos terapéuticos se consensuan entre paciente y terapeuta. El cambio ya ha comenzado. El tratamiento también.
Esta fase que sigue al análisis funcional es donde se adquieren los recursos para enfrentarnos a los problemas.
De alguna manera hemos puesto nombre y cara a lo que nos pasa y poco a poco intervenimos en la brecha para paliar el sufrimiento.
Aquí los terapeutas adecuamos nuestra experiencia según cada sujeto y cada problemática. Siempre respetando la singularidad de cada individuo y desde perspectiva integradora y global, que atienda tanto su biología como el contexto social, cultural y político del entorno en el que se encuentra.
Cuando los objetivos se ven alcanzados las sesiones ya se han espaciado dilatando la frecuencia entre una y otra con el objetivo final de cerrar el proceso y que la terapia no se perpetúe.
En el momento que termina el proceso, solemos hacer un seguimiento temporal (os contactamos pasados unos meses) para comprobar que todo sigue en su sitio.
Trabajamos con objetivos previamente acordados con el paciente, desde un enfoque integrador y humanista. Somos psicólogos colegiados y especializados en trauma y apego, en trastornos de personalidad, trastornos de ansiedad, trastornos del estado de ánimo y en el tratamiento de otras experiencias adversas presentes en la historia del paciente. Nuestra intervención abarca diferentes modelos terapéuticos, estos son nuestros cuatro pilares principales:
Es un abordaje psicoterapeútico en el tratamiento de las dificultades emocionales causadas por experiencias difíciles en la vida de las personas, desde fobias, ataques de pánico, muerte traumática y duelos o incidentes traumáticos en la infancia. También se usa para aliviar la angustia y/o la fobia de hablar en público, para mejorar el rendimiento en el trabajo, en los deportes y en las interpretaciones artísticas.
En 1987, Francine Shapiro, psicóloga norteamericana, descubrió que los movimientos oculares voluntarios reducían la intensidad de la angustia de los pensamientos negativos. Inició una investigación (Shapiro, 1989) con sujetos traumatizados en la guerra de Vietnam y víctimas de abuso sexual para medir la eficacia del EMDR. EMDR reducía de manera significativa los síntomas del Trastorno por Estrés Post Traumático en estos sujetos.
Esto fue el principio del desarrollo de este método terapéutico que utiliza la estimulación bilateral para procesar recuerdos traumáticos, cambiar creencias autolimitantes y desensibilizar emociones y sensaciones negativas.
Hoy hay más de 50.000 terapeutas entrenados en la utilización de este abordaje terapéutico. En España han sido entrenados unos 1400 terapeutas aproximadamente.
Existen investigaciones hechas sobre la eficacia de EMDR para reducir el Estrés Post Traumático que muestran el mantenimiento de la mejoría de los síntomas en el tiempo frente a otras intervenciones terapéutica.
En el proceso con EMDR, el terapeuta trabaja con el paciente para identificar un problema específico que será el foco del tratamiento. El paciente describe el incidente traumático, a partir del cual es ayudado por el terapeuta para que seleccione los aspectos más importantes y que más lo angustian de dicho incidente. Mientras el paciente hace movimientos oculares (o cualquier otra estimulación bilateral) le vienen a la mente otras partes del recuerdo traumático u otros recuerdos. El terapeuta interrumpe los movimientos oculares cada tanto para asegurarse que el paciente esté procesando adecuadamente.
El terapeuta guía el proceso, tomando decisiones clínicas sobre la dirección que debe seguir la intervención. La meta es que el paciente procese la información sobre el incidente traumático, llevándolo a una «resolución adaptativa». En las palabras de Francine Shapiro, esto significa:
a) una reducción de los síntomas
b) un cambio en las creencias
c) la posibilidad de funcionar mejor en la vida cotidiana.
El abordaje empleado en EMDR se sustenta en tres puntos:
1) experiencias de vida temprana
2) experiencias estresantes del presente
3) pensamientos y comportamientos deseados para el futuro
Se ha relacionado el efecto de la terapia EMDR con la fase REM del sueño, en la que espontáneamente se producen los mismos movimientos de los ojos. En es la fase que se pone en marcha cuando estamos soñando. Es posible que este mecanismo esté en nuestro cerebro como un modo de ayudarnos a asimilar las circunstancias de la vida que durante el día no hemos podido elaborar del todo. Por ello durante el sueño vienen a veces fragmentos de cosas que nos han pasado, o temas antiguos que no hemos superado. Quizás esto explique por qué vemos las cosas distintas después de haber dormido.
Se ha comprobado también en numerosas investigaciones que los movimientos oculares actúan sobre el sistema nervioso autónomo -que regula la activación y la relajación- y podrían volver a poner en marcha un reflejo instintivo de orientación que durante experiencias adversas se quedó bloqueado. También se ha propuesto que el movimiento ocular tiene un efecto directo sobre el procesamiento de la memoria, en concreto de la memoria de trabajo, que haría que los recuerdos fueran reprocesados, esta vez de un modo adaptativo. Aunque se ha comprobado en múltiples estudios y meta-análisis que los movimientos oculares producen efectos contrastables, los mecanismos por los cuales producen su efecto continúan a día de hoy siendo objeto de debate en la comunidad científica.
Aparte de estos estudios sobre el mecanismo básico, la eficacia de EMDR se ha demostrado en muchas investigaciones para el estrés postraumático, y se realizan cada vez más estudios en muy diversas aplicaciones clínicas, como depresión, ansiedad, cefaleas, dolor crónico, y diversas patologías psiquiátricas y médicas.
EMDR es un abordaje centrado en el paciente que permite que el terapeuta estimule los mecanismos de curación inherentes al propio sujeto. Pone en marcha un sistema de procesamiento de información del cerebro. El modelo EMDR toma en cuenta los componentes fisiológicos de las dificultades emocionales. El método de EMDR enfoca directamente estas sensaciones físicas además de las creencias negativas y estados emocionales de los síntomas que perturban al paciente.
Terapia Dialéctico Conductual (TDC) es un tratamiento psicológico desarrollado específicamente para abordar el Trastorno Límite de Personalidad, especialmente los síntomas de impulsividad e inestabilidad que se materializan en actos suicidas y parasuicidas. Combina diversas técnicas cognitivo-conductuales, dirigidas a la regulación emocional con los conceptos de tolerancia a la angustia, aceptación y la plenitud de conciencia.
Se trata de un enfoque psicológico diseñado para ayudar a personas con emociones intensas y dificultades en el manejo de impulsos, como en el trastorno límite de la personalidad. Combina técnicas de la terapia cognitivo-conductual con estrategias de aceptación y mindfulness, buscando equilibrar el cambio de conductas desadaptativas con la aceptación de la experiencia emocional. La TDC trabaja en cuatro áreas principales: regulación emocional, tolerancia a la angustia, efectividad interpersonal y atención plena. Ha demostrado ser eficaz para reducir conductas autolesivas, crisis emocionales y mejorar la calidad de vida de los pacientes.
El eje de esta terapia se centra en la dinámica de los procesos de comunicación, en las interacciones entre los miembros del sistema que lo componen. El enfoque se orienta al cambio de los procesos de comunicación e interacción manteniendo la idea básica de comprender a la persona en su entorno.
La Terapia Sistémica es un enfoque psicológico que entiende los problemas individuales como parte de un sistema más amplio, generalmente la familia, la pareja o el grupo social. No se centra solo en la persona, sino en cómo las relaciones y dinámicas entre sus miembros influyen en los conflictos y síntomas. El objetivo es mejorar la comunicación, reorganizar patrones de interacción disfuncionales y fortalecer las relaciones, fomentando soluciones colaborativas. Se utiliza con frecuencia en conflictos familiares, problemas de pareja, crianza de hijos y situaciones de crisis, y puede aplicarse en sesiones individuales, familiares o grupales. En esencia, esta terapia busca que los cambios en la dinámica del sistema generen bienestar en todos sus miembros.
La conducta humana en gran parte es aprendida, por lo que depende mucho de variables ambientales. En este aprendizaje se relacionan pensamiento, conducta y emoción, de modo que un cambio en uno de ellos afecta a los otros dos componentes.
La Terapia Cognitivo-Conductual (TCC) es un enfoque psicológico basado en la evidencia que ayuda a las personas a identificar y modificar pensamientos y comportamientos negativos o disfuncionales. Se centra en cómo los pensamientos influyen en las emociones y las acciones, y enseña estrategias prácticas para cambiar patrones de pensamiento que generan malestar. La TCC combina técnicas cognitivas, como la reestructuración de pensamientos, con técnicas conductuales, como la exposición gradual a situaciones temidas o la práctica de nuevas habilidades. Es especialmente eficaz para tratar ansiedad, depresión, fobias, trastornos obsesivo-compulsivos, estrés y problemas de manejo de la ira. La TCC busca enseñar a las personas a pensar de manera más realista y a actuar de forma más adaptativa, mejorando su bienestar emocional y su funcionamiento diario.
La Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) enseña a aceptar pensamientos y emociones difíciles sin luchar contra ellos, a conectarse con el momento presente y con los valores personales, y a actuar tomando decisiones coherentes con esos valores, aunque exista malestar. Su objetivo es vivir de manera plena y significativa, aumentando la resiliencia y la flexibilidad psicológica.
Se trata de un enfoque psicológico basado en la evidencia que combina mindfulness y estrategias de cambio de conducta. Su objetivo no es eliminar pensamientos o emociones difíciles, sino cambiar la relación que la persona tiene con ellos y centrarse en lo que realmente importa en su vida. ACT se basa en seis principios fundamentales: aceptar pensamientos y emociones incómodos sin intentar suprimirlos; observar los pensamientos como simples eventos mentales (desfusión cognitiva); conectarse con el momento presente; reconocer que uno no es solo sus pensamientos o emociones (el yo observador); identificar los valores personales; y tomar acciones concretas alineadas con esos valores, incluso ante malestar. Esta terapia ha demostrado ser eficaz para reducir ansiedad, depresión y estrés, mejorar la resiliencia y el bienestar general, y apoyar en casos de dolor crónico, trastornos de alimentación, adicciones o problemas laborales. ACT enseña a vivir plenamente con la incomodidad interna mientras se actúa de manera significativa y coherente con lo que realmente importa en la vida.
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