El consumo de pornografía, una de las industrias más rentables a nivel mundial, se dispara en España. La facilidad de acceso a este material, su bajo o nulo coste y la posibilidad de acceder a él desde el anonimato son los factores que probablemente están provocando esta situación.
La pornografía ha existido desde la antigüedad, aunque reproducida de diferentes maneras a lo largo de la historia. En la antigua Grecia se representaban obras teatrales de corte erótico, mientras que en la Edad Media se recitaban cantigas medievales con gran contenido sexual. Pero no fue hasta años después de la invención de la fotografía y el cine cuando la pornografía comenzó a convertirse en un negocio enormemente lucrativo.
Aunque se apunta que la edad de oro de la pornografía fueron los años 70 y 80, sobre todo en Estados Unidos, la realidad es que en la actualidad experimenta su mayor auge. Hoy en día el consumo de porno se ha ampliado a unos niveles inimaginables. Además, se han endurecido en gran medida los contenidos y han surgido nuevos imaginarios nuevos que prácticamente no existían hace algunos años. No cabe duda que desde la aparición de móviles con conexión a Internet, la pornografía se ha convertido en un negocio muy rentable para el nuevo capitalismo.
Pornografía mainstream.
Ahora, que cualquiera con un solo clic y de manera gratuita puede tener acceso a una cantidad inabarcable de contenido sexual explícito, la pornografía se ha convertido en un producto de consumo de masas. Los datos así lo afirman:
El consumo de contenidos pornográficos en Internet durante y tras la pandemia se ha visto incrementado en más de un 60%, según un informe sobre la pornografía online en España, elaborado por la empresa de ciberseguridad Quantika.
El informe publicado por la web de contenido para adultos Pornhub, en el que se analiza el tráfico que ha habido durante todo el pasado año, concluye que el consumo de porno está cada vez más extendido entre los españoles. Según sus datos, sus principales visitantes son personas de entre 45 y 54 años. En concreto, suponen un 24% del total, un 4% superior al 20% que representa a la gente de entre 35 y 44 años. Eso sí, solo un 32% de los usuarios de esta web en nuestro país son mujeres.
Por otra parte, cobra especial importancia el informe (Des)información sexual: pornografía y adolescencia que ha elaborado Save the Children para estudiar el consumo de contenidos sexuales entre la población adolescente y el impacto que estos tienen en sus relaciones y su desarrollo. En él se concluye que los adolescentes ven pornografía por primera vez a los 12 años y casi 7 de cada 10 (el 68,2%) consumen estos contenidos sexuales de forma frecuente. Este consumo se produce en la intimidad (93,9%), a través del teléfono móvil, y se centra en contenidos gratuitos online (98,5%), basados de manera mayoritaria en la violencia y la desigualdad.
Este estudio también revela que el 54,1% de los adolescentes, en su mayoría los chicos, cree que la pornografía da ideas para sus propias experiencias sexuales y al 54,9% le gustaría poner en práctica lo que ha visto. El 47,4% de los adolescentes que ha visto contenido pornográfico ha llevado alguna escena a la práctica. Save the Children considera especialmente preocupante que, cuando los adolescentes intentan imitar lo que ven, no siempre solicitan consentimiento previo a su pareja. El 12,2% de los chicos lo ha hecho sin el consentimiento explícito de la pareja y sin que a esta le haya parecido bien, frente al 6,3% de las chicas.
Los efectos negativos del consumo de pornografía.
Como señala señala Catalina Perazzo, directora de Políticas de Infancia y Sensibilización de Save the Children: “Sin una educación afectivo-sexual incluida en el currículo y ante un mundo tecnológico lleno de posibilidades, la pornografía se ha convertido en profesora y consultorio de sexualidad para los adolescentes. El peligro no es que vean pornografía, sino que su deseo sexual se esté construyendo sobre unos cimientos irreales, violentos y desiguales propios de la ficción. También es peligroso que crean que su consentimiento, sus deseos y preferencias, o los del resto, no tienen por qué ser tenidos en consideración”
Pero el consumo de pornografía no solo tiene efectos negativos para los menores y adolescentes. Rosa Cobo, profesora de sociología del Género y directora de la revista de estudios feministas Atlánticas de la Universidad de la Coruña, apunta en su libro “Pornografía. El placer del poder” que en el auge y normalización de la pornografía es un mecanismo de destrucción de sentimientos de empatía. Afirma que en el porno los hombres son representados como seres agresivos y violentos con las mujeres y ellas son dibujadas como seres sexuales que no tienen más función que la de satisfacer los impulsos masculinos. Ellos ejercen poder y violencia y ellas son las receptoras de ese poder y de esa violencia. ¿Queremos que nuestra sociedad y especialmente nuestra juventud normalice estos mensajes?
Rosa también apunta en su libro que para el capitalismo la pornografía constituye un gran negocio. Esto es debido a que el neoliberalismo construye un mercado global en el que las mercancías y el dinero no tengan ningún tipo de filtro ni de obstáculo para poder circular. Ese elemento que define el capitalismo neoliberal podría ser analizado usando como objeto de estudio a la pornografía.
¿Se puede dar una adicción a la pornografía?
En la actualidad, la adicción al porno no está contemplada como un trastorno por los manuales de criterios diagnósticos utilizados en ámbitos clínicos y psiquiátricos. Algo que, cuanto menos, debería someterse a revisión viendo las cifras estadísticas y la evolución del empleo del sexo en la sociedad con el paso de las décadas. Realizar una conducta en exceso no significa necesariamente que se trate de una adicción, a no ser que afecte al comportamiento o a la forma de relacionarse. Siempre conviene revisar con un profesional la posibilidad de que esto esté afectando a otras áreas de nuestra vida.
El visionado compulsivo de contenidos pornográficos representa una realidad para muchas personas, que buscando placer y evasión caen en una conducta descontrolada, con consecuencias negativas, que normalmente desemboca en problemas de autoestima o dificultades a la hora de vincularse sexoafectivamente con otras personas. También puede provocar que se refuercen los estereotipos de género, ya que en general la pornografía ubica a las mujeres en posiciones denigradas o como objeto sexual, o que se pueda erotizar la violencia y se traslade a los vínculos cotidianos. Esto merece mucha atención y educación en los usuarios adolescentes.
Si conoces alguien que pueda tener una adicción a la pornografía, buscas una solución a tus problemas, o simplemente quieres informarte sobre nuestras terapias, no dudes en ponerte en contacto con nosotros a través del siguiente formulario: